Marcando toda una generación

Como ocurriría prácticamente en cada mercado en el que se introdujo de una u otra forma, el segmento más atractivo resultó ser “la saga de macross”, que no era otra cosa que esencialmente la serie original de 1982, el carisma de sus personajes y los provocativos diseños mecánicos hacían del producto algo tan irresistiblemente atractivo que aún pasando por el más grotesco proceso de tropicalización seguían cautivando a públicos tan diferentes como distantes, dejando notablemente en segundo plano al resto de los títulos que componían la franquicia (Southern Cross y Mospeada). Si bien, como ya se había mencionado antes, y a otros títulos sobresalientes de la animación japonesa ya habían tenido una excelente aceptación en América latina, es justo decir que con Robotech la audiencia reconocería la esencia oriental de un producto que tenía una “envoltura” forzadamente “yankee”, por lo que contribuiría a despertar la curiosidad de los espectadores que habían quedado más cautivados con la serie adaptada a su contexto, pero que al quedar poco satisfechos con los aberrantes intentos de continuidad de Macek y su incompetente equipo, comenzarían inevitablemente a “hurgar” y descubrir la indignante verdad de lo ocurrido con el producto original, algo que ocurriría tanto en Estados Unidos como en América latina, en una época en la que el internet era aún algo poco menos que inimaginable, y con sus limitados recursos, además de tener acceso incluso a mercancía de contrabando, usualmente proveniente de China, es como un aunque pequeño muy leal nicho de fanáticos comenzaría a desarrollar el culto y la propagación del producto en su forma original.

Todas esas cuestiones habrían de ser el germen de la proliferación de la cultura otaku en todo el continente americano, que vería su cénit una década más tarde, pero situaciones como esta fueron indiscutiblemente uno de sus antecedentes más notables, y con todas sus agravantes, habrían de generar a la postre un sentimiento de lealtad y difusión de la obra, oponiéndose rotundamente a la adaptación norteamericana, comenzando a adquirir material original japonés de las primeras tiendas dedicadas al medio en estas regiones durante los primeros años 90, y que habrían de ir evolucionando hasta comenzar a crear las primeras comunidades en línea años más tarde en los primeros escenarios del internet, aunque claro nunca exentos de la odiosa ambigüedad entre la obra original y su adaptación de la que aún en nuestros días, con tanta información y disponibilidad de títulos de la franquicia tan fácilmente accesible permanece como uno de los principales impedimentos para su debida penetración en su forma original.