Contexto histórico

Para ponernos un poco (o un mucho) en contexto, situémonos propiamente en el tiempo espacio (término que cobrará mayor sentido, más adelante):

Nos encontramos en Japón a principios de los años 80’s, la isla ha estado convirtiéndose gradualmente en una potencia emergente, que ha dejado atrás el oscuro episodio de la segunda guerra mundial, y aunque si bien perdiendo algo de su soberanía, al ser ocupado por los Estados Unidos, este país se encontraba ya desde hacía algunas décadas a la vanguardia en Asia, en términos económicos, de infraestructura y desarrollo tecnológico, pero eso no era todo, Japón estaba por generar un período de expansión cultural no bélica, haciéndolo de manera bastante astuta, encontrándose en la antesala de la revolución tecnológica; sería a través de la cultura pop como Japón comenzaría a posicionarse en el plano internacional, logrando esto con un muy peculiar medio de entretenimiento, como lo son las historietas y series animadas conocidas hoy ampliamente como "manga" y "anime".

Nos encontrábamos pues, al final de la era "Showa", siendo este un país profundamente espiritual, recayendo la labor de unidad nacional, en la figura del Emperador, que desde tiempos ancestrales, ha sido no sólo un símbolo de nacionalismo, sino de espiritualidad, lo que lo convierte en la piedra angular de la cultura japonesa, siendo en este caso, la figura del emperador Hirohito quien tras la derrota en la segunda guerra mundial, emprendería un camino diametralmente distinto, renunciando a su naturaleza divina como descendiente directo de la diosa del sol “Amaterasu” como lo estipulaba la creencia japonesa, y suprimiendo la política ultranacionalista, expansionista, totalitaria y bélica, renunciando también a su supuesto derecho como nación beligerante y hegemónica del área del pacífico, creando así una era de paz, todo esto como parte de los términos dictados durante su rendición ante los aliados en 1945, enfocándose así al desarrollo cultural e industrial del país que había quedado devastado luego de la catástrofe nuclear y los encarnizados combates en el archipiélago, lo que desembocaría en una orientación hacia el libre mercado.

Es precisamente durante este período durante el cual, la influencia occidental comienza a permear en el imaginario del japonés promedio, estando este cada vez más expuesto a diversas opciones culturales y artísticas que con base a una retroalimentación comenzarían a generar estos a su vez, propuestas completamente nuevas e innovadoras (tomemos en cuenta que Japón fue una nación aislada durante cerca de 300 años durante su era feudal, y que hasta antes de la segunda guerra mundial, había permanecido renuente a la influencia externa).